Octubre 26 del 2023

En la hora de necesidad de Israel, ¿adónde fueron los amigos populistas de derecha de Netanyahu?

A la espantosamente larga lista de fracasos políticos y conceptuales del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hay que añadir su insondable y miope confianza en sus aliados de extrema derecha en todo el mundo.

Por Esther Salomon


Pancartas del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, estrechando la mano del presidente ruso, Vladimir Putin, y del presidente estadounidense, Donald Trump, en Tel Aviv, 2019. Las palabras en hebreo dicen: «Netanyahu, una liga diferente». Foto: NIR ELÍAS/REUTERS

Hace sólo un par de ciclos electorales, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, cubría edificios altos en Tel Aviv con carteles de gran tamaño que alardeaban de que, gracias a sus estrechos vínculos con sus aliados autoritarios Donald Trump y Vladimir Putin, se encontraba en una “liga diferente” a la de sus competidores políticos.

No hace mucho que Netanyahu se jactaba del “muro diplomático” europeo que había erigido gracias a sus amigos populistas de derecha en Hungría y Polonia. No hace mucho que el presidente fuerte de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, llamó a Netanyahu para felicitarlo por su victoria electoral, y ambos líderes acordaron “trabajar juntos para crear una nueva era en las relaciones”.

No hace mucho tiempo, la mayoría de los recursos del gobierno de Netanyahu se dirigieron a destripar la democracia de Israel y construir una Internacional Iliberal con una variedad de populistas híper nacionalistas, autócratas, antisemitas y negadores del Holocausto en todo el mundo.

Entonces, ¿valió la pena sacrificar el capital moral básico, el enfoque estratégico y la cohesión social? ¿Cómo han respondido los amigos de extrema derecha de Netanyahu ante las atrocidades cometidas por Hamás contra Israel?

Empecemos por el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. Poco después del ataque, Orbán lo “condenó enérgicamente” y agregó que “apoya inequívocamente el derecho de Israel a la autodefensa”. Pero ese no es el panorama completo.

Para Orbán, los ataques de Hamás son menos un motivo para una solidaridad auténtica que un vehículo para impulsar su propia retórica antiinmigrante desenfrenada. Así, publicó un vídeo utilizando imágenes del asalto de Hamás con la leyenda: “¡Gracias a Dios nosotros… construimos una valla en nuestra frontera sur para detener la #MigraciónIlegal!” Eso no es empatía, es cruda explotación y apropiación.

Luego, como fanático del Kremlin que es, Orbán viajó tranquilamente a Beijing para reunirse con Vladimir Putin – el primer líder de la UE que se reunió con él desde que se emitió una orden de arresto internacional por los crímenes de guerra del líder ruso en Ucrania. Por cierto, cuando Putin finalmente llamó a Netanyahu, nueve largos días después de la masacre, la palabra “Hamás” no se mencionó ni una sola vez en la transcripción oficial.

¿Polonia? Los amigos de Netanyahu en el PiS acaban de perder las elecciones.

¿Turquía? Esa “nueva era” tendrá que esperar. Lejos de denunciar a Hamás u ofrecer condolencias a los israelíes, Erdogan amplificó las teorías infundadas de Hamás de que el verdadero objetivo de Israel era la mezquita Al-Aqsa de Jerusalén, y pronto pasó a acusar a Israel de genocidio y “salvajismo sin precedentes en la historia”.

¿Qué pasa con el expresidente estadounidense Donald Trump, a quien Netanyahu alguna vez otorgó el elogio de “el mejor amigo que Israel haya tenido en la Casa Blanca”? Felicitó a Hezbolá. Sí, en serio. Llamó “muy inteligente” a la amenaza más peligrosa de Israel a corta distancia y criticó duramente a las agencias de inteligencia de Israel, diciendo que necesitaban “mejorar su desempeño”, y luego criticó duramente a Netanyahu, diciendo que debería ser “enjuiciado políticamente” [sic].

A la terriblemente larga lista de fracasos políticos y conceptuales de Netanyahu, hay que añadir su insondable y miope confianza en un círculo de populistas radicales de derecha que, según él, defenderían el derecho básico de los israelíes a la vida cuando realmente importe.

 

Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: Haaretz



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