Octubre 23 del 2023

Una breve historia de la alianza Netanyahu-Hamás

Durante 14 años, la política de Netanyahu fue mantener a Hamás en el poder; el pogromo del 7 de octubre de 2023 ayuda al primer ministro israelí a preservar su propio gobierno.

Por Adam Raz


Benjamín Netanyahu. «El pogromo del 7 de octubre de 2023 ayuda a Netanyahu, y no por primera vez, a preservar su gobierno».
Foto: Richard Drew/AP

Se ha derramado mucha tinta al describir la relación de larga duración – más bien, la alianza – entre Benjamín Netanyahu y Hamás. Y, aun así, el hecho mismo de que haya habido una estrecha cooperación entre el primer ministro israelí (con el apoyo de muchos de la derecha) y la organización fundamentalista aparentemente se evaporó de la mayoría de los análisis actuales – todo el mundo habla de “fracasos”, “errores”. y “contzeptziot” (conceptos fijos). Ante esto, es necesario no solo revisar la historia de la cooperación sino también concluir de manera inequívoca: el pogromo del 7 de octubre de 2023 ayuda a Netanyahu, y no por primera vez, a preservar su gobierno, ciertamente en el corto plazo.

El modus operandi de la política de Netanyahu desde su regreso a la Oficina del Primer Ministro en 2009 ha sido y sigue siendo, por un lado, reforzar el gobierno de Hamás en la Franja de Gaza y, por el otro, debilitar a la Autoridad Palestina.

Su regreso al poder estuvo acompañado de un giro total con respecto a la política de su predecesor, Ehud Olmert, que buscaba poner fin al conflicto mediante un tratado de paz con el líder palestino más moderado – el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.

Durante los últimos 14 años, mientras implementaba una política de divide y vencerás frente a Cisjordania y Gaza, “Abu Yair” (“el padre de Yair”, en árabe, como se llamaba a sí mismo Netanyahu mientras hacía campaña en la comunidad árabe antes de una elección reciente) se ha resistido a cualquier intento, militar o diplomático, que pueda poner fin al régimen de Hamás.

En la práctica, desde la operación Plomo Fundido a finales de 2008 y principios de 2009, durante la era de Olmert, el gobierno de Hamás no ha enfrentado ninguna amenaza militar genuina. Al contrario: el grupo ha sido apoyado por el primer ministro israelí y financiado con su ayuda.

Cuando Netanyahu declaró en abril de 2019, como lo ha hecho después de todas las rondas de combates, que “hemos restablecido la disuasión con Hamás” y que “hemos bloqueado las principales rutas de suministro”, estaba diciendo algo que sabía era completamente falso.

Durante más de una década, Netanyahu ha ayudado, de diversas maneras, al creciente poder militar y político de Hamás. Netanyahu es quien convirtió a Hamás de una organización terrorista con pocos recursos en un organismo semi-estatal.

Liberar a prisioneros palestinos, permitir transferencias de efectivo, mientras el enviado de Catar va y viene a Gaza cuando le place, aceptar la importación de una amplia gama de bienes, en particular materiales de construcción, sabiendo que gran parte del material se destinará al terrorismo y no a construir infraestructura civil, aumentar el número de permisos de trabajo en Israel para trabajadores palestinos de Gaza y más. Todos estos acontecimientos crearon una simbiosis entre el florecimiento del terrorismo fundamentalista y la preservación del gobierno de Netanyahu.

Tomen nota: sería un error suponer que Netanyahu pensó en el bienestar de los habitantes pobres y oprimidos de Gaza – que también son víctimas de Hamás – al permitir la transferencia de fondos (algunos de los cuales, como se señaló, no se destinaron a la construcción de infraestructuras sino más bien a armamento militar). Su objetivo era lastimar a Abbas e impedir la división de la Tierra de Israel en dos estados.

Es importante recordar que sin esos fondos de Catar (e Irán), Hamás no habría tenido el dinero para mantener su reinado de terror y su régimen habría dependido de la moderación.

En la práctica, la inyección de efectivo (a diferencia de los depósitos bancarios, que son mucho más fáciles de monitorear) de Catar, una práctica que Netanyahu apoyó y aprobó, ha servido para fortalecer el brazo militar de Hamás desde 2012.

Así, Netanyahu financió indirectamente a Hamas después de que Abbas decidiera dejar de proporcionarle fondos que sabía que terminarían siendo utilizados para terrorismo contra él, sus políticas y su pueblo. Es importante no ignorar que Hamás utilizó este dinero para comprar los medios mediante los cuales se ha asesinado a israelíes durante años.

Paralelamente, desde el punto de vista de la seguridad, desde la Operación Margen Protector en 2014, Netanyahu se ha guiado por una política que ignoró casi por completo el terrorismo de los cohetes y las cometas y globos incendiarios. De vez en cuando, los medios de comunicación han sido expuestos a un elaborado evento promocional, cuando se capturaban dichas armas, pero no más que eso.

Vale la pena recordar que el año pasado, el “gobierno del cambio” (la efímera coalición liderada por Naftali Bennett y Yair Lapid) ejerció una política diferente, una de cuyas expresiones fue la interrupción de la llegada de maletas llenas de dinero en efectivo para financiar a Hamás. Cuando Netanyahu tuiteó, el 30 de mayo de 2022, que “Hamás está interesado en la existencia del débil gobierno de Bennett”, estaba mintiendo al público. El gobierno del cambio fue un desastre para Hamás.

La pesadilla de Netanyahu era el colapso del régimen de Hamás – algo que Israel podría haber acelerado, aunque a un precio difícil. Una de las pruebas de esta afirmación se dio durante la Operación Margen Protector.

En ese momento, Netanyahu filtró a los medios el contenido de una presentación que los militares habían hecho al gabinete de seguridad exponiendo las posibles repercusiones de la conquista de Gaza. El primer ministro sabía que el documento secreto, que señalaba que ocupar Gaza costaría la vida de cientos de soldados, crearía una atmósfera de oposición a una invasión terrestre generalizada.


Palestinos trasladándose en un vehículo militar israelí tomado por militantes de Hamás durante su ataque coordinado el 7 de octubre, cerca de la valla de la Franja de Gaza. Foto: Abed Abu Reash / AP

En marzo de 2019, Naftali Bennett dijo al programa Hamakor del Canal 13: “Alguien tuvo el cuidado de filtrar eso a los medios para crear una excusa para no tomar medidas… es una de las filtraciones de información más graves en la historia de Israel”. Por supuesto, la filtración no fue investigada, a pesar de las numerosas exigencias de los miembros del parlamento. En conversaciones a puerta cerrada, Benny Gantz dijo entonces, cuando era jefe de Estado Mayor de las FDI, “Bibi filtró esto”.

Asimilemos esto. Netanyahu filtró un documento “ultra secreto” para frustrar la posición militar y diplomática del gabinete, que buscaba derrotar a Hamás por diversos medios. Debemos prestar atención a lo que Avigdor Lieberman le dijo a Yedioth Ahronoth, en una entrevista publicada justo antes del ataque del 7 de octubre, de que Netanyahu “frustró continuamente todos los asesinatos selectivos”.

Cabe destacar que la política de Netanyahu de mantener a Hamás a cargo en Gaza no se expresó sólo a través de la oposición a la ocupación física de Gaza y a los asesinatos de actores clave de Hamás, sino también en su determinación de frustrar cualquier reconciliación política entre la Autoridad Palestina – Fatah. en particular – y Hamás. Un ejemplo destacado es el comportamiento de Netanyahu a finales de 2017, cuando sí se estaban llevando a cabo conversaciones entre Fatah y Hamás.

Un desacuerdo fundamental entre Abbas y Hamás se refería a la cuestión de la subordinación del ejército del grupo islamista a la Autoridad Palestina. Hamás acordó que la Autoridad Palestina volvería a gestionar todos los asuntos civiles en Gaza, pero se negó a entregar las armas.

Egipto y Estados Unidos apoyaron la reconciliación y trabajaron para lograrla. Netanyahu se opuso totalmente a la idea y afirmó repetidamente que “la reconciliación entre Hamás y la OLP hace que lograr la paz sea más difícil”. Por supuesto, Netanyahu no buscó la paz, que no estaba de ninguna manera en la agenda en aquel entonces. Su posición sólo servía a Hamás.

A lo largo de los años, de vez en cuando, varias figuras de ambos lados del espectro político señalaron repetidamente el eje de cooperación entre Netanyahu y Hamás. Por un lado, por ejemplo, Yuval Diskin, jefe del servicio de seguridad Shin Bet de 2005 a 2011, dijo a Yedioth Ahronoth en enero de 2013: “Si miramos a lo largo de los años, una de las principales personas que contribuyeron al fortalecimiento de Hamás ha sido Bibi Netanyahu, desde su primer mandato como primer ministro”.

En agosto de 2019, el ex primer ministro Ehud Barak dijo a la Radio del Ejército que quienes creían que Netanyahu no tenía una estrategia estaban equivocados. “Su estrategia es mantener a Hamás vivito y coleando… incluso al precio de abandonar a los ciudadanos [del sur]… para debilitar a la Autoridad Palestina en Ramala”.

Y el exjefe del Estado Mayor de las FDI, Gadi Eisenkot, le dijo a Maariv en enero de 2022 que Netanyahu actuó “en total oposición a la evaluación nacional del Consejo de Seguridad Nacional, que determinó que era necesario desconectarse de los palestinos y establecer dos Estados”. Israel actuó exactamente en la dirección de la oposición, debilitando a la Autoridad Palestina y fortaleciendo a Hamás.

El jefe del Shin Bet, Nadav Argaman, habló de esto cuando terminó su mandato en 2021. Advirtió explícitamente que la falta de diálogo entre Israel y la Autoridad Palestina tenía el efecto de debilitar a esta última y al mismo tiempo reforzar a Hamás.

Advirtió que la relativa tranquilidad en Cisjordania en ese momento era engañosa y que “Israel debe encontrar una manera de cooperar con la Autoridad Palestina y fortalecerla”. Eisenkot comentó, en esa misma entrevista de 2022, que Argaman tenía razón. «Esto es lo que está pasando y es peligroso», añadió.

La gente de derecha decía cosas similares. Uno de los mantras que se repitió fue el del recién elegido parlamentario Bezalel Smotrich, quien en 2015 dijo al canal del Parlemanto que “Hamas es un activo y Abu Mazen es una carga”, refiriéndose a Abbas por su apodo de guerra.

En abril de 2019, Jonatan Urich, uno de los asesores de medios de Netanyahu y portavoz del Likud, le dijo a Makor Rishon que uno de los logros de Netanyahu fue separar Gaza (tanto política como conceptualmente) de Cisjordania. Netanyahu “básicamente destrozó la visión del Estado palestino en estos dos lugares”, alardeó. «Parte del logro está relacionado con el dinero catarí que llega a Hamás cada mes».


El presidente palestino Mahmoud Abbas reunido con el presidente del Buró Político de Hamás, Khaled Mashal, y el vicepresidente del Buró Político de Hamás, Ismail Haniyeh, en Doha, Catar, el 28 de octubre de 2016. Foto: Presidencia Palestina

Casi al mismo tiempo, en 2019, la diputada del Likud Galit Distel Atbaryan escribió en una publicación efusivamente elogiosa en Facebook: “Debemos decir esto honestamente – Netanyahu quiere que Hamás esté en buenas condiciones y está dispuesto a pagar casi cualquier precio incomprensible por esto. La mitad del país está paralizado, los niños y los padres sufren post-traumatismos, destruyen casas, matan a personas, el más débil domina al más fuerte”. ¿Lo lees, pero no lo crees? Vale la pena creerlo, porque ésta es exactamente la política que siguió Netanyahu.

El propio primer ministro habló – en ocasiones – brevemente sobre su posición respecto a Hamás. En marzo de 2019, dijo durante una reunión de parlamentarios del Likud, en la que se discutía el tema de la transferencia de fondos a Hamás, que “quien se oponga a un Estado palestino debe apoyar la entrega de fondos a Gaza porque mantener la separación entre la Autoridad Palestina en el Cisjordania y Hamás en Gaza impedirá el establecimiento de un Estado palestino”.

En un tuit dos meses después, Canal 13 citó al ex presidente egipcio Hosni Mubarak diciendo a un periódico kuwaití: “Netanyahu no está interesado en una solución de dos Estados. Más bien, quiere separar Gaza de Cisjordania, como me lo dijo a finales de 2010”.

El general (Res.) Gershon Hacohen, un destacado derechista, dejó las cosas muy claras en una entrevista con la revista en línea Mida en mayo de 2019. “Cuando Netanyahu no fue a la guerra en Gaza para derrotar al régimen de Hamás, básicamente impidió que Abu Mazen establezca un Estado palestino unido”, recordó en ese momento. “Necesitamos explotar la situación de separación creada entre Gaza y Ramala. Es un interés israelí del más alto nivel y no se puede entender la situación en Gaza sin comprender este contexto”.

Toda la política de Netanyahu desde 2009 ha buscado destruir cualquier posibilidad de un acuerdo diplomático con los palestinos. Es el tema de su gobierno, que depende la continuación del conflicto. Destruir la democracia es un aspecto adicional de su gobierno continuo, algo que nos ha sacado a muchos de nosotros a las calles durante el año.

En esa misma entrevista de 2019 con la Radio del Ejército, Barak dijo que Netanyahu mantenía al sur “en una llama baja constante”. Hay que prestar especial atención a su afirmación de que el establishment de seguridad puso varias veces sobre la mesa del gabinete planes para “drenar el pantano” de Hamás en Gaza, pero el gabinete nunca los discutió.

Netanyahu sabía, añadió Barak, “que es más fácil con Hamás explicar a los israelíes que no hay nadie con quien sentarse ni con quien hablar. Si la Autoridad Palestina se fortalece… entonces habrá alguien con quien hablar”.

Volviendo a Distel Atbaryan: “Recuerden mis palabras – Benjamín Netanyahu mantiene a Hamás en buenas condiciones para que todo el Estado de Israel no se convierta en los ‘alrededores de Gaza’”. Advirtió sobre el desastre “si Hamás colapsa”, en cuyo caso, “Abu Mazen podría controlar Gaza. Si lo controla, surgirán voces de la izquierda que abogarán por negociaciones y un acuerdo diplomático y un Estado palestino, incluso en Judea y Samaria”. Los portavoces de Netanyahu lanzan incesantemente mensajes de este tipo.

Benjamín Netanyahu y Hamás tienen una alianza política tácita contra su enemigo común – la Autoridad Palestina. En otras palabras, Netanyahu coopera y está de acuerdo con un grupo cuyo objetivo es la destrucción del Estado de Israel y el asesinato de judíos.

El columnista del New York Times, Thomas Friedman, estaba en lo cierto cuando escribió en mayo de 2021, en el momento del establecimiento del gobierno del cambio, que Netanyahu y Hamás temían la posibilidad de un avance diplomático. Escribió que tanto el primer ministro como Hamás “querían destruir la posibilidad de un cambio político antes de que éste pudiera destruirlos políticamente”.

Luego explicó que no necesitaban hablar ni tener un acuerdo entre ellos. «Cada uno entiende lo que el otro necesita para mantenerse en el poder y, consciente o inconscientemente, se comporta de manera que garantice que lo consiga».

Podría seguir ampliando el tema de esta cooperación, pero los ejemplos anteriores hablan por sí solos. El pogromo de 2023 es resultado de la política de Netanyahu. No es “un fracaso del concepto” – más bien, este es el concepto: Netanyahu y Hamás son socios políticos, y ambos han cumplido su parte del trato.

En el futuro, surgirán más detalles que arrojarán más luz sobre ese entendimiento mutuo. No cometamos el error de pensar – ni siquiera ahora – que mientras Netanyahu y su actual gobierno sean responsables de tomar decisiones, el régimen de Hamás colapsará. Habrá muchas conversaciones y pirotecnia sobre la actual “guerra contra el terrorismo”, pero sostener a Hamás es más importante para Netanyahu que unos pocos kibutzniks muertos.

Adam Raz es historiador y autor, más recientemente, de “El demagogo: la mecánica del poder político” (en hebreo).

 

Traducción: Comuniudad Judía de Guayaquil
Fuentes: Haaretz



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