Marcha hacia Jerusalem: El acto de rebeldía más poderoso del Israel democrático


Miles de manifestantes contra la reforma judicial marchan hacia la Knesset en Jerusalem el sábado por la tarde.

Lo que comenzó como una pequeña marcha a la que asistió el núcleo duro de los manifestantes contra el golpe judicial se convirtió en una histórica recuperación de la capital.

POR: Anshel Pfeffer

Llegaron de todos los rincones de Israel. Ancianos, hombres y mujeres, niños, bloqueando la entrada a Jerusalem y llenando todas las calles que conducen a la Estación Central de Autobuses. Hasta donde alcanzaba la vista, un mar negro. El 14 de febrero, la mayor protesta que Jerusalén había visto, se calcula que un cuarto de millón de judíos ultraortodoxos acudieron a protestar contra lo que afirmaban era la intervención de la Corte Suprema en cuestiones de fe.

En retrospectiva, ese día puede considerarse el inicio de la guerra contra la Corte Suprema que libra ahora la coalición de Benjamin Netanyahu contra el poder judicial independiente de Israel.

El Israel liberal tardó más de 24 años en reclamar la entrada a Jerusalem. Este sábado por la tarde, 22 de julio de 2023, por fin ocurrió, cuando decenas de miles de personas (las estimaciones actuales hablan de entre 70 y 80 mil) finalizaron una marcha de cuatro días desde Tel Aviv a Jerusalén, mientras el movimiento de protesta contra los planes del gobierno de eviscerar a la Corte Suprema se acerca al punto álgido de su lucha para impedir que el gobierno apruebe el lunes la primera de sus leyes de «reforma legal».

A diferencia de la manifestación ultraortodoxa de 1999, no hubo rabinos ni líderes políticos que ordenaran a sus seguidores que acudieran. Algunos políticos acudieron a Jerusalén con los manifestantes, pero no estaban al mando de los actos.

Se trató de un acto totalmente espontáneo, que unos cientos de activistas iniciaron el miércoles, y al que poco a poco se fueron sumando miles y luego decenas de miles. Y a diferencia de la protesta haredí, a nadie se le dio tiempo libre para ausentarse de sus estudios y su trabajo para asistir. Se trataba de un estallido de ira totalmente voluntario y popular contra un gobierno extremista a punto de cambiar el carácter de Israel.

Jerusalem nunca había visto en su larga historia un espectáculo semejante bajo un sol de verano implacable, mientras generaciones enteras de familias, en un mar de banderas azules y blancas, con graciosas pancartas caseras y camisetas de protesta multicolores, subían los empinados accesos a la capital. Acamparon durante la noche en los kibutzim del camino mientras los voluntarios colocaban mesas cargadas de fruta fresca y agua.

Fue un acontecimiento sin precedentes en medio año de protestas. Los organizadores hablan ahora de acampar en el parque Sacher de Jerusalén, cerca de la Knesset, y recrear la versión jerosolimitana de la revolucionaria plaza Tahrir de Egipto, en El Cairo en 2011, cuando aún había esperanzas para la Primavera Árabe. Pero no hacen falta comparaciones históricas. La llegada de los manifestantes a Jerusalem creó un acontecimiento histórico por derecho propio.

La mayor parte de la atención durante las últimas 29 semanas de protestas se ha centrado en las principales concentraciones en la calle Kaplan de Tel Aviv y en los enfrentamientos con la policía cuando los manifestantes bloquearon la autopista Ayalon. Las protestas semanales ante la residencia del presidente en Jerusalem, que solían ser mucho más ordenadas y en las que participaba un abanico más amplio de israelíes, desde veteranos manifestantes de izquierdas contrarios a la ocupación hasta rabinos ortodoxos liberales, recibieron mucha menos atención.

Pero, en última instancia, es en Jerusalem donde se decidirá el destino de Israel. No sólo en la Knesset, la Corte Suprema y la Oficina del Primer Ministro, sino en sus calles y en sus diversos barrios. Jerusalem es donde comenzó la batalla por la Corte Suprema hace 24 años. Fue en las elecciones municipales de Jerusalem de 1993 donde se fraguó por primera vez el pacto electoral entre el Likud y los partidos ultraortodoxos, que puso fin al mandato del alcalde laborista Teddy Kollek.

El pacto sería reproducido por Benjamin Netanyahu en las elecciones nacionales de 1996 y seguiría siendo el fundamento de su base electoral desde entonces, hasta nuestros días. Jerusalem, con sus instituciones nacionales y santuarios sagrados, y las tres partes de la ciudad, palestina, haredí y el Israel ordinario, donde se determinará el futuro de Israel. Es representativa de los clanes enfrentados que viven en esta tierra, mucho más que Tel Aviv, y es donde chocarán o coexistirán.

Las decenas de miles de israelíes laicos que marcharon a Jerusalem en el sofocante Shabat no sólo estaban allí para protestar contra las políticas autocráticas del gobierno, en un último intento por impedir que aprobara el lunes la ley que elimina el criterio de razonabilidad. También decían que aún no están dispuestos a renunciar a Jerusalem. A su identidad judía y a los lazos que les unen a las demás tribus israelíes.

En Israel ya se habla de una nueva forma de solución de dos estados. Un Israel liberal con capital en Tel Aviv y el Estado etnonacionalista centrado en Jerusalem y los asentamientos de Judea y Samaria. Ninguno de los dos estados sería viable, pero la desesperación de muchos israelíes ante las políticas extremas del gobierno y sus partidarios hace que muchos deseen poder aislarse de la inminente teocracia. Muchos empiezan a pensar que es eso o emigrar.


Los manifestantes marchan por la autopista Jerusalem-Tel Aviv el sábado

La marcha a Jerusalem fue un acto de desafío y de fe frente a quienes pretenden obligar a los israelíes que aún creen en el imposible equilibrio de un Estado judío y democrático a renunciar a la democracia o a su Estado.

 

Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: Haaretz



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