Mayo 8 del 2023

La Torá. ¿Entre el capitalismo y el socialismo?

Foto: Pixabay

«Cuando ustedes sieguen la cosecha de su tierra, no cortarás hasta la esquina de tu campo al segar, y no recogerás la espina caída de tu siega, para el pobre y para el prosélito las dejarás; Yo soy el Eterno, D’os de ustedes».
Libro de Levítico 23: 22

Los ismos.

En el mundo bipolar que muchos hemos conocido históricamente (la confrontación de la ex-URSS versus USA o comunismo versus capitalismo), y hoy un mundo más complejo, multipolar, y diverso, la polémica continua. De cuál es el mejor sistema, del punto de vista político, social, y económico bajo el cual podría alcanzar todo hombre un mayor grado de bienestar y felicidad y justicia.

Y muchas controversias y agua y sangre han corrido bajo el puente donde cuesta encontrar una respuesta definitiva y absoluta a este interrogante, aunque en el mundo de hoy, la mayor cantidad de países adhieren a un sistema capitalista basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado.

Parashat Emor.

La lectura del capítulo semanal de la Torá, que muestra que la Torá que es la expresión de la Sabiduría divina e intenta exponer que podría haber un camino intermedio, donde por un lado se reconoce el derecho a la propiedad privada, y por el otro se inculca pautas solidarias hacia los pobres y marginados, que educan a todo judío en tomar medidas que podrían entenderse y orientarse hacia el lado de las ideas socialistas que tienden a un resguardo social, y advertir a todo fiel o creyente, que el trabajo, la producción, y el lucro es solo un medio de servicio, y no un fin en sí mismo.

Humanismo.

El ovillo se hace más denso, si definimos como humanista a cualquier doctrina que afirme lo excelso de la dignidad humana, el carácter racional y de fin del hombre, que enfatiza su autonomía, y su capacidad de transformación de la historia y la sociedad.

¿Burócrata o administrador privado?

El filósofo y economista alemán de origen judío Karl Heinrich Marx (1818-1883), plantea una doctrina económica, política y social en la que no existe propiedad privada ni la diferencia de clases, y en la que los medios de producción se encuentran en manos del Estado, que distribuiría los bienes de manera equitativa y de acuerdo a las necesidades.

¿Un mundo sin D’os?

Yo entiendo que el nudo del problema es la propia naturaleza del hombre. Su Ietzer o instinto que lo inclina hacia el mal, que se muestra en diversas formas o un abanico que incluye maledicencia, indiferencia, egoísmo, y obvio una tendencia a aprovecharse del prójimo en múltiples formas y a tomar ventaja de cualquier debilidad que podamos localizar en el otro, solo para su propio beneficio.

Y dudo frontalmente, que dicha tendencia pueda ser corregida solo por un sistema, aún el que se muestre en teoría más justo y más humano, que desde afuera por fuerza o coacción pretenda torcer ese camino que se encuentra visceralmente adherido en el alma de todo ser pensante y parlante.

Por el contrario, según la cosmovisión judía, la sociedad solo podrá cambiar, si cambia la naturaleza de cada individuo que la constituye y forma parte del famoso tejido social que tanto nos importa. Por ende, la idea hebrea de hacer un Mikdash o un Templo dentro de cada judío se impone como lo único sustentable en el tiempo de la historia del ser humano.

Un hombre que mediante la práctica de la receta divina pueda introyectar los mandamientos grabados en las dos tablas que dictan obligaciones tanto con el Creador como con el prójimo de forma igualitaria como las dos caras de una misma moneda.

Reflexión final.

Si la persona no entiende o no cree, que hay una entidad superior que lo supervisa las 24 horas del día y los 365 días del año, en todos los años de su vida. Y que deberá rendir cuenta de sus actos, más allá de la justicia humana (que siempre es corruptible), esa enigmática creación (que somos todos nosotros), aprende y muy rápidamente a encontrarle la vuelta y poder doblarle el brazo a cualquier ismo que se le quiera imponer o bajo el cual esté obligado a vivir y moverse.

Lamentablemente, esta situación, de hecho, también se puede ubicar en sectores o instituciones conformadas por individuos que son de nuestro abanico comunitario y que se pervierten o degeneran, por ambición y dinero, pero aquí el problema no es el judaísmo o idishkait, sino ciertos judíos que vuelven a evidenciar que la falla siempre está en el hombre o en lo que denominamos el factor humano.

Para concluir, la Torá o la sabiduría de Hashem busca el punto intermedio exacto, donde el hombre pueda tener espacio para desarrollarse a sí mismo y por otro lado no dejar de lado su responsabilidad hacia el colectivo o la sociedad toda.

Nuevamente el legado de Moshé rabenu se evidencia como un adelantado, frente a cualquier paquete o combo de pensamiento que nos tienta con ideas de como alcanzar el bienestar común siguiendo caminos diversos.

Por el contrario, todos los caminos conducen a Ierushalaim la ciudad Santa, y citando al sabio Hilel en el capítulo 1 del Tratado de Padres (Mishná o Ley Oral), en el versículo 14: ¿Si yo no soy para mi quién?, pero si solo soy para mí, ¿quién soy yo?

La Torá es como está escrito: “un árbol de vida para los que se aferran a ella”. Y ella permanece en pie por siglos, mientras tanta filosofía y doctrina e imperios y países con tendencia diversa, se terminan desmoronando como un castillo de naipes.

La luz divina se impone, hoy por hoy, con mayor intensidad nunca antes vista. Solo es cuestión de tiempo y lo verdadero permanece, mientras que lo falso o ilusorio termina por fenecer (morir, acabarse o desaparecer).

Shavua Tov.

 

Fuente: Aurora Digital



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