Mayo 22, 2023

Ahora en exhibición, la correspondencia de los judíos de Reino Unido muestra el desarrollo del Holocausto en tiempo real

Una carta chamuscada del Holocausto en exhibición en la Biblioteca Wiener del Holocausto en Londres. (Cortesía).

En la Biblioteca Wiener del Holocausto en Londres, hasta el 16 de junio, una exposición de cartas de la Segunda Guerra Mundial rastrea la difusión de información por parte de judíos que trataban de proteger a sus seres amados de la red nazi.

POR: Robert Philpot

LONDRES.- Cuando la madre de Deborah Yaffé murió hace 15 años, ella descubrió en su sótano dos carpetas húmedas y mohosas que tenían un tipo de letra alemán distintivo y contenían 200 cartas mecanografiadas.

Escritas por su padre en su amada máquina de escribir Continental en los dos años previos al estallido de la guerra en septiembre de 1939, las cartas estaban dirigidas a miembros de la familia que habían escapado de la Alemania nazi, así como a aquellos que no habían salido aún.

A pesar de que sólo comprendía un poco de alemán, Jaffé sintió inmediatamente la importancia de su hallazgo -uno que, en última instancia, revelaría mucho más sobre la trágica historia de su familia de lo que le habían contado anteriormente.

Algunas de las cartas cuidadosamente conservadas y traducidas del archivo de Jaffé aparecen en ¨Cartas del Holocausto¨, una exposición en la Biblioteca Wiener del Holocausto de Londres, que estará abierta hasta el 16 de junio.

Con sus desgarradoras cartas finales, pedidos desesperados de ayuda y sombrías premoniciones de un desastre inminente, la exposición destaca la importancia de la correspondencia como la forma más temprana de conocimiento del Holocausto.

Detalla las duras restricciones y reglas impuestas a las asediadas comunidades judías de la Europa ocupada por los nazis cuando intentaban comunicarse con amigos y familiares.

Y muestra la importancia de las cartas hoy en día, tanto para los descendientes de los sobrevivientes y de aquellos que perecieron, como para una mayor comprensión pública del Holocausto.

Deborah Jaffe habla en la exposición en la Biblioteca Wiener del Holocausto en Londres, 23 de febrero del 2023.

¨Las cartas son los lugares donde se producía el conocimiento, así como la evidencia del propio conocimiento¨, explica la exposición. ¨Los judíos perseguidos  escribían a sus familiares y amigos para compartir el conocimiento práctico de las amenazas que enfrentaban. Amasaron una poderosa comprensión del Holocausto que los motivó a actuar urgentemente, a menudo a nombre de otros¨.

Los materiales contenidos en la exposición demuestran las emociones crudas, variadas y paradójicas en las cartas del Holocausto.

La repentina llegada de un correo de parte de amigos y familiares de quienes no se había escuchado nada durante semanas o meses podía producir un efecto ¨calmante y reparador¨. Algunos corresponsales incluso las describían como ¨salvavidas¨.

Una foto sin fecha de Michal Rechnic. (Cortesía de las Colecciones de la Biblioteca Wiener del Holocausto).

¨Tu largamente esperada postal ha llenado nuestros corazones de alegría. Nos has salvado, porque ¿qué valdrían nuestras vidas sin ti?¨ le contestó Bernard Rechnic a su hijo, Michal, quien había sido deportado por los soviéticos a lo más profundo de Rusia después de que Stalin y Hitler se repartieran la Polonia natal de la familia en 1939. Similarmente, el sobreviviente de Mauthausen, Hans Marsalek, dijo: ¨Las cartas de casa eran bloques de construcción de esperanza y un incentivo irremplazable para no rendirse¨.

Al mismo tiempo, la ausencia de cartas -o las noticias preocupantes, temidas y terribles que algunas veces contenían -podía producir emociones muy diferentes.

¨La última carta de mi madre desde Ravensbrück estaba fechada en diciembre de 1944¨, recordó Rolf Kralovitz. ¨En los meses que siguieron, esperé ansiosamente más noticias de ella. Nada. También de mi hermana: nada. También de mi padre: nada. En vano esperé una señal de vida. Pero los muertos no escriben¨.

Una carta de Eva Jaffe a Rosa Dahlerbruch, fechada en junio de 1942. (Cortesía de Deborah Jaffe).

En toda Europa durante la guerra, hubo una censura estricta y una regulación postal estricta y a menudo cambiante. A fines de septiembre de 1939, los nazis impusieron una prohibición de la correspondencia entre Alemania y los países enemigos. Cuando impuso la censura, el gobierno británico adoptó un enfoque más indulgente, permitiendo a las familias permanecer en contacto con familiares en Alemania y los países ocupados a través del servicio de ¨correo encubierto¨ de Thomas Cook a través de la Lisboa neutral.

Para los prisioneros de los campos de concentración, había una serie de reglas y regulaciones adicionales. Los prisioneros podían, por ejemplo, enviar correo solamente a familiares registrados, sólo en los ¨días de escritura¨. La correspondencia -en la que estaba prohibido hablar sobre las condiciones preocupantes, la política o la vida en el campo -tenía que estar escrita en alemán y era leída tanto por un líder de bloque como por la oficina de censura. Si bien los prisioneros a menudo usaban un código -o intentaban utilizar canales informales o ilegales -para eludir las restricciones, el miedo a un castigo por romper las reglas estaba siempre presente. Tampoco se permitía a los prisioneros el consuelo de conservar la correspondencia de casa: sólo se les permitía conservar la carta más reciente que habían recibido.

Los nazis también intentaron usar la correspondencia para propagar noticias falsas. La ¨Operación Correo¨ en el verano de 1942 tenía como objetivo propagar información falsa sobre los campos -los prisioneros tenían que sugerir que estaban en buen estado de salud y que su ¨reasentamiento estaba bien -y descubrir direcciones de judíos en los territorios ocupados por los nazis. La burocracia del Tercer Reich también registró diligentemente, pero de manera opaca, la partida de los deportados al este. La correspondencia enviada a las direcciones de las casas de aquellos enviados a los campos de concentración estaba sellada ¨partió sin dejar una dirección de envío¨.

Una carta de Stella Rechnic a su hermano Michal Rechnic, fechada el 31 de diciembre de 1940. (Cortesía de las Colecciones de la Biblioteca Wiener del Holocausto).

Como muestra la exposición, si bien los corresponsales judíos no estaban usando todavía el término ¨Holocausto¨ -fue usado por primera vez en conexión con el asesinato de los judíos europeos por The New York Times en 1943 -sus eufemismos capturaron e interpretaron con precisión los impensables rumores y las noticias informales que estaban comunicándose unos a otros.

¨Salva a mis padres antes de que comience la guerra¨, escribió proféticamente un corresponsal en mayo de 1939. Alemania ¨va a la deriva hacia algún desastre¨, advirtió otro en enero de 1940. Para fines de 1941 y principios de 1942, frases tales como ¨las condiciones alemanas¨, ¨la nueva era¨ y ¨el destino de nuestros amigos en los campos¨ comienzan a aparecer en las cartas. Y desde 1942, ¨Polonia¨ aparece regularmente en cartas. Aunque los detalles precisos del genocidio masivo no eran ampliamente conocidos todavía, los transportes y la falta de correspondencia de los deportados al este, significaban que se había vuelto sugestivo de algo terrible.

¨Si vamos a Polonia, podemos estar seguros de que la vida terminará¨, escribió Gertrud Hammerstein a su hija y yerno desde Berlín en octubre de 1942.

Leyendo entre líneas

El grado del conocimiento contemporáneo sobre el horror que se desarrollaba compartido por otros escritores en sus cartas, es revelador.

Una postal marcada, ´Partió sin dejar una dirección de reenvío´, de los papeles familiares de las familias Hepner y Cahn. (Cortesía de las Colecciones de la Biblioteca Wiener del Holocausto).

Una postal de Frida Motulski en Berlín a su amigo Hugo Zwillenberg, un emigrante judío alemán en Holanda, muestra su comprensión del Holocausto en marzo de 1942. Vio los vínculos entre las reubicaciones internas, las prioridades militares y la naturaleza sistemática de las deportaciones, al tiempo que reconoció que los destinos impredecibles y la suerte de los deportados indicaban que lo que estaba en marcha eran tanto dinámico como agresivo.

Si bien señalaba que ¨todos estamos sanos¨ y ¨por el momento todo es como solía ser¨, continuaba: ¨No podemos relajarnos. Cada día trae nuevas conmociones, especialmente porque estos días vuelven a salir varios transportes, y, una vez más, conocemos a las personas en cada uno¨. Naturalmente, señalaba, ¨No podemos evitar preguntarnos cuándo será nuestro turno¨.

Una carta chamuscada del Holocausto en exhibición en la Biblioteca Wiener del Holocausto en Londres. (Cortesía).

La falta de noticias de familiares y amigos ¨nos preocupan terriblemente¨, escribió Motulski -aunque cuando sí llegó la correspondencia, supo leer entre líneas y tratarla con sospecha. ¨La última tarjeta de Erna, que siempre escribe regularmente, sonaba tan rara¨, escribió, conectando esto con los rumores de que los residentes del Ghetto Piaski, donde su sobrina había sido llevada, estaban a punto de ser ¨trasladados¨, posiblemente a Ucrania.

Un inquietante último mensaje de María y Maximiliano Wortmann, escrito desde una vía férrea en el Ghetto de Varsovia antes de su inminente viaje a Treblinka, muestra a los temerosos padres pidiendo a un primo lejano que los ayude. ¨Ludwik, por favor haz lo que puedas¨, escriben. ¨Si no hay retorno para nosotros, cuida de Dziunia. Ustedes son los únicos que quedan¨, concluye la nota. Una nota separada para su hija, le pide que sea ¨valiente y se las arregle¨, al mismo tiempo que le dicen dónde han sido escondidos la comida y el dinero -descritos en código como ¨La mantequilla está en el ropero¨.

Pero las cartas del Holocausto no se tratan simplemente sobre las palabras en la página. Son ¨objetos que contienen capas de significado más allá de los mensajes que llevan¨, indica la exposición. ¨Sus marcas, condición, escritura, peso del papel, textura, y otras características físicas apuntan a información más allá del contenido¨. Las manchas gráficas sobre una carta y las marcas de quemaduras en otra, dicen mucho.

El papel de los emigrantes judíos -¨los cuidadores del conocimiento temprano del Holocausto¨, en las palabras de la exposición -fue particularmente importante en ayudar a los seres queridos que se quedaron bajo el dominio nazi. Antes de la guerra, escribían con noticias de la familia y enviaban paquetes de alimentos y otros artículos cotidianos. Después de 1939, las cartas de los emigrantes combinaban un esfuerzo desesperado y frenético por sacar a los familiares y amigos de la Europa de Hitler con un reconocimiento de que, independientemente de las incomodidades que soportaran actualmente, ellos eran los afortunados.

En abril de 1939, por ejemplo, Josef Heilbronnerle le contó a su amigo Moritz Altstadt en Londres sobre su arresto y encarcelamiento en Buchenwald después de la Kristallnacht. Habiendo obtenido un permiso de trabajo temporal para Palestina, fue liberado del campo después de 10 días. Desde su nuevo hogar, escribió: ¨La vida no es fácil aquí, pero uno acepta todo de buena gana porque, por fin, uno puede volver a respirar libremente¨.

Y, por supuesto, mientras todavía podían, aquellos en los campos intentaron alentar a sus familias a irse. Escribiendo desde el campo de concentración de Lichtenburg a fines de diciembre de 1938 la Dra. Hedwig Leibetseder le dijo a su familia: ¨Sé que un día la vida volverá. Estoy lista. Los amo, los beso y los abrazo. Manténganse valientes y saludables¨. Concluyó con dos órdenes simples, pero reveladoras: ¨Emigren. Y escriban¨.

Una vida revelada en su totalidad

Uno de tales emigrantes era Friedel Jaffé, un joven aprendiz de oficinista que había trabajado en la oficina de Berlín de Adler y Oppenheimer. Logró escapar a Gran Bretaña a principios de 1939 gracias a la decisión de la compañía de abrir una fábrica en Lancashire, en el noroeste de Inglaterra.

Hasta que ella descubrió sus cartas unos 70 años después de su llegada a Reino Unido, su hija creía que conocía su historia.

¨Había crecido pensando que era una de las afortunadas porque mi padre me había dicho lo que había sucedido¨, le contó a The Times of Israel. ¨Estaba muy consciente de otras personas como yo, cuyos padres no les contaron lo que había sucedido. Pensé que era muy afortunada¨.

Pero, Jaffé continúa, ¨Lo que me contaron, ahora me doy cuenta, fue su historia oficial. Había hecho una versión oficial y nunca se desvió¨.

El alijo de cartas, telegramas, pasajes de tren y formularios de emigración y aplicación que Jaffé cree que puede haber sido dejado para que ella lo encontrara -reveló mucho más que la historia cuidadosamente curada que Friedel había compartido con su hija.

Friedel Jaffe trabajando como oficinista en la oficina de Berlín de Adler y Oppenheimer en 1936. (Cortesía de Deborah Jaffe).

¨Creo que sucede cuando tenemos un gran trauma en nuestra vida¨, dice ella. ¨Lo compartimentas porque hay ciertas áreas con las que no puedes lidiar y no hablas sobre ellas¨.

Ese trauma queda al descubierto en las cartas. ¨Las cartas transmiten la desgarradora historia de un hombre joven tratando de escapar: llegar a cualquier lado, trabajar, tener un futuro, y aprender inglés¨, explica Jaffé. ¨Hay falsas esperanzas, libertades arrebatadas y preocupación por la familia, especialmente sus padres, Abraham y Eva, viviendo en Castrop Rauxel¨.

Había mucho sobre qué preocuparse. Abraham había sido arrestado después de la Kristallnacht y enviado a Sachsenhausen por seis semanas. Días después, Friedel compartió la noticia crípticamente con su hermano que ya había emigrado. Ocultándolo en un párrafo inocuo, escribió: ¨Nada ha cambiado aquí mientras tanto. Querido Papa no está en casa en este momento¨. Desde Londres, Irma, la hermana de Friedel, utilizó un código similar para instar a su hermano a cuidarse. Era ¨tan fácil atrapar algo¨ en ¨este clima otoñal¨, sugirió.

Pero las carpetas de su padre también revelaron lo que Jaffé denomina ¨cartas de los desaparecidos¨ -correspondencia de, y sobre, familiares y amigos que no sobrevivieron y a quienes nunca había oído mencionar.

Las hermanas Rosa Dahlerbruch y Eva Jaffe con su madre, Lina Rohrheimer, en una fotografía sin fecha. (Cortesía de Deborah Jaffe).

Una carta de mayo de 1938 de Friedel a sus padres hablaba de la correspondencia que ha recibido del ¨Tío Max¨, el hermano de Eva, que, evidentemente, había estado trabajando en los planes para la emigración de toda la familia. ¨Ha despertado un poco demasiado tarde¨, temía Friedel.

Apenas poco más de seis meses después, Max Rohrheimer escribió a los padres de Friedel, complacido de oír que Abraham había sido liberado y que él y Eva ahora tenían papeles que les permitían dejar el país. Max esperaba que pudieran reunirse antes de que Abraham y Eva partieran a Inglaterra. Escribió sobre sus propios esfuerzos -en última instancia frustrados -para escapar: ¨Tenemos garantías para Estados Unidos, pero nuestro número es alto¨.

Si bien Abraham y Eva llegaron a Gran Bretaña poco después de su hijo, sus parientes políticos, el hermano de Eva y su esposa, Klara, y su hermana Rosa Dahlerbruch y su esposo Adolf e hija Betti -no fueron tan afortunados.

En lo que fue probablemente la última correspondencia que Eva tuvo con su hermana, un corta carta de la Cruz Roja en junio de 1942 dice: ¨¿Cómo están, Adolf y Rosa? ¿Y Max y Klara? Nosotros estamos bien, al igual que los niños. Irma se casará en julio¨. La respuesta de Rosa insinúa la deportación de Max y Klara: ¨Todos estamos bien. Max, Klara y Betti tiene una dirección diferente. Se desconoce la nueva dirección. Muchas felicidades por la boda¨.

Jaffé no se arrepiente de su viaje de descubrimiento -uno que involucra traductores, investigaciones a través de archivos y revelaciones dolorosas -durante los últimos 15 años.

¨Creo que descubrir todo esto me ha ayudado muchísimo porque lo que había sucedido era un vacío y ahora lo sé¨, dice.

De manera conmovedora, en las oficinas de Londres de World Jewish Relief, encontró que su abuelo había registrado su llegada a Reino Unido, junto con la de su hijo y esposa. El archivo también contenía tarjetas negras con los nombres de Max, Klara y Betti -a los que Abraham había registrado con la esperanza de que vendrían.

En las carpetas de su padre, Jaffé también encontró un sobre café. Con su distintiva letra puntiaguda, contiene la correspondencia de Abraham después de la guerra con la Organización de Guerra de la Cruz Roja Británica, la Orden de St. John, el Comité de Refugiados Judíos y la Oficina de Rastreo del Congreso Judío Mundial, buscando noticias sobre la unida familia.

¨Breve y crudamente, revelaron los nombres de estas relaciones y sus destinos¨, dice Jaffé. En el frente del sobre, Abraham ha escrito simplemente: ¨Asesinados por los alemanes bajo el gobierno del Monstruo de Hitler¨.

 

Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: The Times of Israel



Este sitio web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a las de Comunidad Judía de Guayaquil que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.