Febrero 24 de 2023

¿Por qué seguir fingiendo que los judíos que construyen casas evitan la paz?

Un nuevo barrio en construcción en Maale Hever, Judea y Samaria, 28 de diciembre del 2022.

El terrorismo palestino y el desinterés en una solución de dos estados aseguran que la paz sea imposible. Pero Estados Unidos y sus aliados prefieren enfocarse en los inicios de viviendas israelíes.

POR: Jonathan S. Tobin, JNS

Cuando un portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos y los ministros de relaciones exteriores de los aliados de Occidente de Estados Unidos emiten comunicados de prensa condenando la construcción de viviendas para judíos, todo es cuestión de encontrar un documento similar en el archivo, y simplemente cortar y pegar el texto y asentar una nueva fecha en él. Su declaración conjunta denunciando el anuncio de Israel de la aprobación para la planificación y construcción de 10,000 nuevas viviendas en Judea y Samaria, así como la autorización del gobierno de nuevos asentamientos ¨de avanzada¨, fue estrictamente conforme a las normas. Contenía el lenguaje requerido sobre ¨actos unilaterales¨, ¨tensiones¨, y acciones opuestas que ¨socavan los esfuerzos para lograr una solución negociada de dos estados¨.

La condena en sí apenas es de interés periodístico, excepto en la medida en que muestra que la manía sobre los asentamientos es tal que aún puede atraer cierta atención incluso cuando la mayoría de la cobertura de Israel está enfocada en el impulso del  establecimiento liberal israelí para invalidar los resultados de las elecciones de noviembre. La administración Biden tiene la intención de ayudar a los que quieren evitar que el nuevo gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu promulgue su promesa de campaña de reformar el sistema judicial y poner algunos frenos al poder ilimitado de la Corte Suprema del país. Pero, como si funcionara en piloto automático, siempre está dispuesto a unirse a la comunidad internacional en una expresión de indignación sobre los judíos que echan raíces en el corazón de su antigua patria.

El establecimiento de la política exterior siempre se ha aferrado a la idea absurda de que la presencia de judíos en Jerusalem y en los territorios es el obstáculo principal para poner fin al conflicto entre Israel y los palestinos. En este sentido, la construcción de cualquier vivienda en lo que el mundo llama la ¨Franja Occidental¨ es un problema debido a la suposición de que todo es propiedad que debe ser devuelta a sus legítimos propietarios palestinos. Eso es falso tanto en sus detalles como en su conclusión. Si bien los palestinos y sus facilitadores extranjeros lo niegan, los judíos tienen todo el derecho de vivir en los territorios, incluso si la disposición final de la tierra es algo que puede y debería ser negociado por las partes -asumiendo, es decir, que los palestinos alguna vez eligieran negociar seriamente para llegar a un acuerdo que pondrá fin a su guerra de un siglo contra el sionismo.

Lo que seguirá ahora es un debate sobre los asentamientos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que, como la condena emitida esta semana, es otra obra Kabuki en la que todos los actores saben sus líneas. Los palestinos se jactarán de que los judíos excluyen la posibilidad de dos estados, como lo harán otras naciones. La única pregunta que debe responderse sobre esta rutina cansada es qué hará la administración Biden al respecto. ¿Persuadirá a las otras partes para que acepten una resolución no vinculante que reprenda a los israelíes, como es usualmente el caso con estos esfuerzos? O permitirá, como lo hizo la administración Obama en diciembre del 2016 sobre una disputa similar, una resolución más dañina que declare ilegal la vida judía en los territorios. El primero es el resultado más probable; sin embargo, la administración Biden está tan decidida a hacer lo que sea para socavar a Netanyahu y tan ofendida por el número de viviendas que podrían ser construidas, que está haciendo correr rumores a través de Axios de que podría tomar alguna medida adicional en contra de Israel, incluso si eso es probablemente un engaño.

La rutina es tan familiar que toda la cosa suena algo aburrida. Y el gobierno israelí, acosado como está por otras preocupaciones, haría bien en no dejarse disuadir de seguir con sus planes por tales críticas. Sin embargo, este ciclo de condenas diplomáticas -que no debe confundirse con el ¨ciclo de violencia¨, la frase utilizada por los medios de comunicación para tratar el terrorismo palestino como moralmente equivalente a lo esfuerzos israelíes para frenar el terrorismo -no debería ignorarse.

Las Naciones Unidas son un foro de conversación, pero la campaña de deslegitimación que se libra contra Israel en los foros internacionales no es meramente un asunto de propaganda hostil. El peso acumulado de estas resoluciones puede ser visto en las medidas del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y en esfuerzos similares para arrastrar a Israel a la Corte Penal Internacional en La Haya por sus supuestos crímenes en contra de los palestinos, que no son más que ejercer el derecho de los judíos de vivir en su propio país o de defenderse. Su objetivo final es usar tácticas legales para aislar a Israel de la misma manera que Sudáfrica fue convertida en un pariah en la época del apartheid, aunque los dos ejemplos no tengan nada en común.

Igual de importante, estas condenas a Israel -incluso si Washington pretende que sean gestos puramente formales -realmente tienen un impacto en el comportamiento palestino.

La administración Biden está muy consciente de que el liderazgo de la Autoridad Palestina no tiene intención de negociar seriamente con Israel. Es por eso que a pesar de que el equipo de política exterior del presidente está compuesto de ex empleados de Obama a quienes nada les gustaría más que someter a Israel a una presión brutal, es la primera administración en llegar a Washington sin un plan de proceso de paz en mente.

Pero cada vez que resucitan la línea sobre querer preservar la posibilidad de una solución de dos estados que los palestinos no quieren, refuerza la convicción tanto de Fatah, que dirige la A.P. como de sus rivales Hamas y la Yihad Islámica, de que Israel puede ser expulsado de los territorios como un primer paso hacia su eliminación final.

Biden, e incluso sus aliados europeos, saben que los lugares donde las nuevas viviendas serán construidas en Judea y Samaría nunca pasarán a formar parte ni siquiera de un estado palestino teórico. Más de 500,000 judíos viven en las partes de Judea y Samaria que fueron etiquetadas como ¨Área C¨ en los Acuerdos de Oslo, más otros 250,000 que viven en Jerusalem, pero que también son considerados ¨colonos¨ por el mundo, si no por la mayoría de los israelíes.

Ninguno de ellos será expulsado de sus hogares para crear un estado palestino que también incluiría el ¨Área C¨. Sin embargo, entre más continúe el mundo actuando como si existiera una posibilidad, menos probable es que el próximo liderazgo palestino, que eventualmente sucederá al líder a la A.P., Mahmoud Abbas de 87 años (actualmente sirviendo el 19no año del período de cuatro años para el que fue electo en el 2005), comprenda que si quieren soberanía sobre cualquier parte del país, tendrá que ceder las áreas donde existen comunidades judías.

No solo es el hecho de que nadie se queje sobre la construcción palestina en esta área, que es tanto un esfuerzo para crear hechos sobre el terreno como el inicio de las viviendas de Israel. Es que calificar a los ¨asentamientos¨ como ilegales y sujetos a desalojo es una incitación permanente para más terrorismo, así como a la intransigencia.

La existencia de estas comunidades no ha impedido una solución de dos estados, y no lo impedirá en el futuro si los palestinos lo quieren, ya que pueden tener su propio estado sin también tomar los lugares donde residen judíos actualmente.

Si los gobiernos extranjeros, y los así llamados grupos de derechos humanos, realmente quisieran poner fin al ciclo de violencia, entonces abandonarían el ciclo de condenas diplomáticas a Israel que ayuda a reforzar la mentalidad palestina de que Israel es una nación ilegítima que puede eventualmente ser destruida. Puede ser esperar demasiado que el establecimiento de política exterior alguna vez adquiera la sabiduría para comprender qué equivocado está sobre el conflicto. Pero si lo hiciera, sabría que su supuestamente bien intencionada defensa de dos estados es un obstáculo mucho mayor para la paz que cualquier plan de vivienda.

 

Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: World Israel News



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