Febrero 16 de 2023

En la batalla por la democracia israelí, Netanyahu ya está perdiendo en el frente más importante

Manifestantes marchan en la calle Kaplan de Tel Aviv en contra de los planes de Benjamin Netanyahu para debilitar al sistema judicial israelí.

El primer ministro nunca ha enfrentado una ola de protestas como la que se está desatando actualmente en las calles. Cuando incluso la cómoda clase media de Israel está horrorizada, está claro que tiene un problema de opinión pública.

POR: Anshel Pfeffer

Ningún gobierno israelí ha enfrentado una ola de protesta como la que está enfrentando ahora el plan del gobierno de Netanyahu para debilitar a la Corte Suprema.

Ha habido largas oleadas de manifestaciones antes, como la protesta por la justicia social en el 2011 en el Boulevard Rothschild de Tel Aviv y las manifestaciones del 2020-21 en la calle Balfour de Jerusalem en contra del gobierno de unidad de Benjamin Netanyahu con Benny Gantz. Pero a pesar de todo el ruido que crearon, nunca amenazaron realmente a Netanyahu.

Ha habido manifestaciones masivas como la de los legendarios 400,000 izquierdistas en Tel Aviv en 1982 exigiendo una comisión de investigación sobre la masacre de Sabra y Chatila y el medio millón de miembros de la comunidad ultraortodoxa que se reunieron en Jerusalem en 1999 para protestar contra la Corte Suprema. Pero esos fueron casos únicos.

Algunas manifestaciones amenazaron con convertirse en una violencia mortal -las protestas contra las reparaciones del Holocausto de Alemania en 1952, las protestas Mizrahi contra la brutalidad policial en 1959, y las protestas de los israelíes etíopes en el 2019. Pero ninguna de estas manifestaciones tenía el potencial para desafiar seriamente el liderazgo político.

Las actuales protestas están ahora en su sexta semana, desde que el ministro de justicia, Yariv Levin, presentó los planes del gobierno para reformar el poder judicial. Las manifestaciones lo tienen todo: la movilización de cientos de miles de israelíes semana tras semana durante el tiempo que sea necesario, la participación de sectores del público que usualmente no toman parte en política como los empleados de alta tecnología y los reservistas del ejército, colíderes del establecimiento como el jefe del Mossad, Tamir Pardo y Dan Halutz, un ex jefe de estado mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel. (Él dijo durante el fin de semana que comprendería a cualquiera que se negara a servir en el ejército si se aprueban los planes del gobierno).

Benjamin Netanyahu en la Knesset el pasado noviembre.

Y, al menos de acuerdo con las encuestas hasta ahora, las protestas tienen el apoyo de la mayoría de los israelíes, que se oponen a que la ¨reforma¨ se lleve a cabo sin siquiera la semblanza de un consenso nacional.

Lo que hace a las manifestaciones aún más únicas es que la comunidad financiera y empresarial también están de su lado, tanto en apoyar a la Corte Suprema en principio como en advertir sobre una importante amenaza a la economía de Israel. Mientras tanto, los gobiernos extranjeros están expresando abiertamente sus preocupaciones, incluida una rara intervención de Joe Biden en sus comentarios en The New York Times sobre el ¨genio de la democracia estadounidense y la democracia israelí¨.

Un mitin en favor de la democracia en Jerusalem la semana pasada.

El presidente Isaac Herzog eligió el domingo en la noche para hacer su intervención de emergencia, en la que ofreció una plataforma para las negociaciones entre la coalición del gobierno, la oposición y el sistema judicial. Pero, en última instancia, es Netanyahu quien necesita una salida estratégica. En su larga carrera política, nunca ha enfrentado algo como esto. Ha perdido elecciones antes, especialmente enfrentado campañas bien planeadas como en 1999 y 2006, pero lo que está enfrentando ahora es, de muchas maneras, mucho más grande que ganar o perder una elección. Es una batalla por su legado.

Regresó al cargo a fines del 2022 con grandes planes de hacer la paz con los saudíes y llevar la economía de Israel al siguiente nivel. Ahora podría pasar a la historia como el hombre que logró destruir tanto la democracia de Israel como su prosperidad económica. No se dio cuenta de que los planes de su ministro de justicia despertarían tal oposición, especialmente cuando ya había diezmado al otro lado en las elecciones del 1ro de noviembre.

Pero la forma orgánica en que han crecido las protestas ha sorprendido a todos, incluida la oposición. La gente que sale a las calles, así como los economistas y los expertos en seguridad, sienten profundamente que no sólo se trata de una cuestión técnica sobre cómo deben ser nombrados los jueces, sino un tema existencial que determinará el carácter y el futuro de Israel. Las medidas del nuevo gobierno fortalecieron la resolución de los manifestantes y rompieron los límites de lo que la cómoda clase media de Israel era capaz de soportar.

En cuestión de semanas, el programa de gobierno se ha convertido en un tema sobre el cual los israelíes más patriotas están amenazando con romper todas las viejas reglas básicas.

Netanyahu puede decidir mantener el rumbo. Su coalición puede no permitirle buscar una salida, aunque él quiera. Pero no hay forma de que convenza a al menos la mitad del país de que esto es lo correcto que hay que hacer. Incluso si el gobierno logra destripar a la Corte Suprema, Netanyahu ya ha perdido la batalla por el público.

 

Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: The Jerusalem Post

 

 



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