Septiembre 19 de 2022

El súper poder de los judíos: Nada es lo suficientemente bueno para nosotros

POR: Aharon E. Wexler

Abba Eban (centro a la derecha) y David Hacohen (centro a la izquierda), quien más tarde sería un miembro del parlamente israelí, levantan la bandera israelí en la parte superior del edificio de las Naciones Unidas poco después de la votación para el Plan de Partición del 29 de noviembre de 1947. Eban una vez dijo que ¨los judíos son un pueblo que se niega a tomar un sí por respuesta.

Esta discapacidad es nuestra negativa a aceptar el mundo como es. Nos negamos a aceptar la naturaleza de nuestra realidad e insistimos en mejorarla.

Los judíos, a lo largo de los milenios, han sufrido una discapacidad que me atrevería a decir es genética (aunque no somos una raza) o al menos está enterrada tan profundamente en nuestra alma compartida, que separarla de nosotros haría al judío irreconocible.

Esta discapacidad es nuestra negativa a aceptar nuestro mundo como es. Nos negamos a aceptar la naturaleza de nuestra realidad e insistimos en mejorarla. Y aunque la incapacidad puede ser curada, la discapacidad es un estado del ser que es crónico.

Desde el viaje de Abraham a la tierra de Canaan, pasando por el Éxodo de Egipto, los jueces, los reyes, los templos, el Talmud, el exilio, los Holocaustos, y las empresas emergentes -todos estos fenómenos, tanto sus éxitos como sus fracasos, son un testimonio de nuestra discapacidad. Incluso nuestro rechazo a Jesús como el Mesías, y a todos los pretendientes mesiánicos desde entonces, proviene de nuestra discapacidad para aceptar que ¨eso es todo lo que hay¨.

¿Por qué nada es lo suficientemente bueno para los judíos?

Nada es suficientemente bueno para nosotros. Se dice que Jesús caminó sobre el agua, se levantó de entre los muertos y murió por nuestros pecados, y, sin embargo, todavía preferimos miles de años de martirio en lugar de aceptarlo. ¡Somos simplemente incapaces de aceptar la salvación cuando todavía hay tanto más en el mundo que podemos arreglar!

El entonces primer ministro Benjamin Netanyahu, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el ministro de relaciones exteriores de Bahrain, Abdullatif Al Zayani y el ministro de relaciones exteriores de Emiratos Árabes Unidos, Abdullah bin Zayed saludan desde el balcón de la Casa Blanca después de la ceremonia de firma para los Acuerdos Abraham, septiembre del 2020.

Y esa es la razón por la que todavía esperamos al Mesías y rezamos por la reconstrucción de Jerusalem en un momento en que el PIB per cápita de Israel está por encima de Canadá, Japón, Reino Unido e Italia. La gran mayoría de los judíos de hoy no recuerdan que Jerusalem ondeara otra bandera que la de Israel, y, no obstante, todavía cantamos ¨el próximo año en Jerusalem¨ y rezamos por su restauración.

La paz negociada en Medio Oriente en el 2020, y recibida con un bostezó (y un vuelo barato a Dubai por el fin de semana). Uno pensaría que esta habría sido la mejor noticia del siglo, pero, de alguna manera, no logramos impresionarnos. En lugar de asombrarnos por lo que se logró, todos preguntamos ¿cuándo Arabia Saudita se va a unir a la fiesta también?

Nosotros los judíos hemos estado al frente de todas las revoluciones -política, económica, tecnológica, científica y sociales -porque siempre luchamos por el cambio, siempre diciendo que el mundo no es lo suficientemente bueno, siempre negándonos a aceptar que ¨es¨ a cambio de lo que ¨podría ser¨.

Es por eso que nos sentamos en laboratorios, nos unimos a movimientos de protesta, escribimos, producimos, publicamos, lideramos compañías, naciones y agendas progresivas. Estamos constantemente en movimiento, tanto literal como figurativamente. Es lo que nos dio la fuerza para desarraigarnos de nuestros hogares y reconstituirnos una y otra vez en tierras diferentes en todo el mundo.

Es lo que nos permitió regresar a la Tierra de Israel, que en nuestra ausencia se había convertido en un desierto, y crear uno de los países más grandes y vibrantes que el mundo haya conocido jamás. Nuestro ejército depende de nuestra discapacidad, ya que nos obliga a allanar caminos donde no ha habido ninguno, encontrar soluciones a problemas que no tenían respuestas, y forjar la victoria cuando todo parece perdido. Hacemos esto debido a nuestra discapacidad y nuestra negativa a aceptar nuestras circunstancias dadas.

La complacencia es un anatema para el judío

Abba Eban, el famoso diplomático de Israel en los primeros días del estado, dijo una vez, ¨los judíos son un pueblo que se niega a tomar un ´!Si¡´ por respuesta¨.

Y, sin embargo, es esta negativa lo que es nuestro súper poder. Imaginarnos sin esta discapacidad sería imaginar a una criatura completamente diferente a la que hoy llamamos ¨judío¨. Es una discapacidad que es el núcleo mismo de nuestra identidad y la fuente de nuestro propio ser.

Es lo que nos permitió mantener una identidad separada de nuestros vecinos y continuar insistiendo en el lugar de D-s en este mundo. Nos ha impedido aceptar éticas en lugar de santidad o simple religión en lugar de una relación íntima con D-s.

Nuestra negativa a aceptar el mundo como es nos ha ayudado a convertir la Biblia en una biblioteca de libros que muestran al mundo una promesa de lo que podría ser. Es en la Biblia donde encontramos las voces de D-s y de los hombres mezcladas en gloriosa sinfonía, convocándonos a ser mejores de lo que somos en cada momento. Los profetas de Israel son la mejor encarnación de esta discapacidad al insistir en su verdad, incluso cuando todo y todos estaban contra ella.

La Biblia nos muestra que negándonos a aceptar que somos meras criaturas de polvo y tierra, podemos ser como ángeles disfrutando de la presencia Divina. Al negarnos a aceptar la realidad de que no somos más que monos desnudos, podemos encontrar la dignidad que necesitamos para estar ante de D-s en comunión con Él.

Y en esa comunión con D-s, todavía nos quejamos y tenemos la chutzpah de lanzarle su propia pregunta y preguntar, ¨¿Ayecha? ¿Dónde estás?¨ Y en ese momento D-s nos abraza aún más fuerte, ríe para sí y susurra, ¨¡Estoy aquí! ¡Si sólo me dejaran entrar en sus corazones!¨.

El escritor tiene un doctorado en filosofía judía y enseña en yeshivás y seminarios post secundarios en Jerusalem.

 

Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: The Jerusalem Post

                                                                                                                                       



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