Agosto 29 del 2022

Alejandro Magno y los judíos

Durante su campaña militar contra Persia, Alejandro se desvió hacia el sur, conquistando Tiro y luego Egipto, pasando por lo que hoy en día es Israel.

Alejandro y Aristóteles. El notable filósofo se ocupó de la formación intelectual y académica de Alejandro. Foto: Charles Laplante – Wikipedia – Dominio Público

Hay una historia fascinante acerca del primer encuentro entre Alejandro y los judíos de Israel, quienes se encontraban bajo el dominio del imperio persa. La narración respecto a la primera interacción entre Alejandro y los judíos se encuentra registrada tanto en el Talmud como en el libro “Antigüedades Judías” del historiador judío Flavio Josefo.

En ambos relatos el Sumo Sacerdote del tempo de Jerusalén, temiendo que Alejandro fuera a destruir la ciudad, salió a su encuentro antes de que llegara a la ciudad. La narración describe como Alejandro, al ver al Sumo Sacerdote, se bajó de su caballo e hizo una reverencia (Alejandro raramente, quizás nunca, se postraba ante alguien).

La historia fue así: Alejandro salió con su poderoso ejército para enfrentar a Darío III, que era el rey de un fuerte imperio que abarcaba también a la tierra de Israel. Alejandro ya había logrado derrotar a todas las naciones que participaban de la alianza del imperio de Darío III, y se disponía ahora a guerrear con Jerusalén, pues esta ciudad también pertenecía a la citada alianza.

Los enemigos de los judíos convencieron a Alejandro de que los judíos constituían una amenaza y lo persuadieron para que destruyera el Templo. Alejandro marchó hacia Jerusalén con esos enemigos de los judíos y un ejército tan grande que los judíos no tendrían ninguna posibilidad de superarlos.

Aconteció en momentos en que Alejandro se acostó sobre su cama para descansar, que sobre su cabeza se le aparece un hombre, vestido de blanco, portando una espada en su mano. El hombre alzó su espada sobre la cabeza del rey, y Alejandro sintió mucho miedo. Por eso le dijo:

“Mi señor, ¿por qué vais a matar a vuestro siervo?”.

El hombre le respondió:

“Yo soy el ángel que ha sido enviado por Dios delante de ti para conquistar para ti poderosos reinados. Y ahora has de morir por pretender levantarte contra Jerusalén, con el propósito de dañar al pueblo de Dios”.

Alejandro le dijo:

“Disculpa la falta de tu siervo, y si el hecho de que yo conquiste Jerusalén te parece algo malo, en ese caso regresaré”.

El hombre le dijo:

“Ve a Jerusalén, y cuando estés allí, y veáis un hombre vestido de blanco, con mi aspecto y apariencia, entonces te prosternarás a tierra frente a él, y todo lo que te diga habéis de hacer. No profanes su palabra, pues el día que lo hagáis, moriréis”.

Alejandro Magno obedeció al ángel. El rey se levantó y fue a Jerusalén. En ese momento, todo el pueblo judío escuchó que Alejandro de Macedonia se acercaba y temieron mucho, por eso clamaron a Dios y decretaron ayuno público. Luego salieron al encuentro del soberano para homenajearlo y suplicarle piedad.

Shimón HaTzadik, el Kohen Gadol (Gran Sacerdote del Templo Sagrado) se enteró que se aproximaba un terrible peligro y rápidamente armó un plan. Se colocó su turbante blanco y las otras prendas especiales del Gran Sacerdote, reunió a un grupo de ancianos que lo acompañaran llevando antorchas encendidas, y partieron en medio de la noche en dirección a la brigada de Alejandro.

Al alba, los ancianos y Shimón HaTzadik con sus deslumbrantes prendas llegaron a donde estaba Alejandro Magno. Pero entonces sucedió algo extraño. Alejando Magno, el conquistador del mundo y la persona más poderosa de su época, descendió de su carroza… y se prosternó ante Shimón HaTzadik.

Al ver eso los reyes de la alianza de Alejandro se enojaron y le dijeron:

“¿Por qué te prosternas a ese hombre que no tiene fuerza para la guerra?”.

Alejandro les respondió:

“No se enojen por ello, pues el ángel que va delante de mí en todas las guerras para ayudarme, tiene el mismo aspecto que este hombre frente al cual me prosterné”.

Alejandro interpretó la visión del Sumo Sacerdote como un buen presagio, y por tanto se apiadó de Jerusalén, absorbiendo pacíficamente a la tierra de Israel en su creciente imperio.

Como tributo a su conquista apacible, los sabios declararon que los primogénitos de aquella época fueran llamados Alejandro, el cual sigue siendo un nombre judío hasta el día de hoy. Y el día de aquel encuentro, 25 de Tevet, fue declarado una festividad menor.

Así comenzó una de las más interesantes y complejas relaciones culturales del mundo antiguo. Los griegos no habían conocido nunca antes a nadie como los judíos, y los judíos nunca habían conocido a nadie como los griegos. La interacción inicial parecía ser bastante positiva. Para los judíos, los griegos eran una nueva y exótica cultura del oeste. Tenían una profunda tradición intelectual que producía filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles (quien fue el tutor de Alejandro por dos años).

Su amor por la sabiduría, la ciencia, el arte y la arquitectura los separaban de otras culturas con las que los judíos habían interactuado antes. El idioma griego fue considerado tan hermoso, que el Talmud lo llamó en cierta forma el más hermoso de todos los idiomas y los Rabinos declararon que un rollo de la Torá incluso podría ser escrito en griego.

Luego de la muerte de Alejandro el imperio macedonio se dividió y los nuevos reyes greco-sirios cambiaron de actitud e intentaron destruir al pueblo judío y a su religión. Pero esa ya es otra historia…

 

Fuente: Aurora Digital



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