Transnistria: el Holocausto por hambre y tifus

Cientos de miles de asesinatos por hambre, enfermedad y fusilamientos.

Judíos rumanos asesinados por soldados del Ejército de Rumania en Transnistria Foto: Wikimedia Commons Dominio Público

Un nuevo libro escrito por el nieto de un sobreviviente de los guetos y campos de concentración administrados por la Rumanía filonazi en la región de Transnistria, entonces Ucrania soviética, arroja luz sobre uno de los episodios menos conocidos del Holocausto.

«Las experiencias de los judíos allí son muy diferentes a las que la gente asocia con el Holocausto», explica Maksim Goldenshteyn, quien ha titulado su libro que se publicó este mes con una frase que le dijo su abuelo cuando le contaba su experiencia: «So they remember» (para que se recuerde).

A diferencia de los alemanes, que crearon una maquinaria casi perfecta para el asesinato a escala industrial durante la II Guerra Mundial, en fábricas de muerte como Auschwitz o a través de ejecuciones masivas en el este de Europa, los rumanos no tenían un plan sistemático de exterminio.

«La de Transnistria es, eminentemente, una historia de inanición y enfermedad», cuenta Goldenshteyn sobre las condiciones del cautiverio de su familia.

La región donde vivía formaba parte entonces de la Ucrania soviética, ocupada por los nazis entre 1941 y 1944, y era mucho más extensa que la autoproclamada «Transnistria» independiente de hoy, que es solo una estrecha franja a lo largo del río Nistru.

SIN COMIDA O ROPA EN LOS CAMPOS

En vez de gastar munición o construir sofisticadas infraestructuras para aplicar la llamada «Solución Final», en Rumanía cometieron un genocidio negando a las víctimas comida y tratamiento médico.

Hacinados en barracas o edificios públicos abandonados, en Transnistria los judíos apresados no recibían comida, mantas, ropa o tratamiento médico, y los vivos se despertaban del sueño entre los cadáveres de familiares que habían sucumbido al frío, el hambre y el tifus.

Junto con ejecuciones puntuales, a veces masivas, estas condiciones provocaron la muerte de entre 220.000 y 300.000 judíos soviéticos y rumanos, según cifras asumidas en 2004 por el propio Estado rumano responsable del genocidio.

NIÑOS CONVERTIDOS EN HÉROES

Quienes sobrevivieron lo hicieron gracias a los niños que, como el abuelo de Goldenshteyn, se escapaban de los centros de internamiento mal vigilados por guardias ucranianos, a menudo borrachos, para pedir comida a los vecinos de los pueblos cercanos.

Con los varones adultos combatiendo con el Ejército Rojo en el este, los judíos soviéticos cautivos en Transnistria eran, en su mayoría, ancianos, discapacitados, mujeres y niños.

Esto obligó a los menores a tomar la responsabilidad y jugarse la vida en escapadas de las que volvían después de días con unas pocas patatas que para sus madres y abuelos significaban unos días más de vida.

LO MEJOR Y LO PEOR DEL SER HUMANO

«So they remember» es, entre otras cosas, un compendio de historias de crueldad gratuita por parte de antisemitas locales y de las fuerzas ocupantes alemanas y rumanas, pero también de gestos extremadamente arriesgados de humanidad de la gente que ayudó a sus conciudadanos judíos.

«La supervivencia allí sólo fue posible gracias a estos centenares, probablemente miles de ucranianos de los que nunca sabremos los nombres», señala Goldenshteyn por teléfono desde Estados Unidos, a donde emigró desde su Ucrania natal en 1992 junto a su familia, siendo un niño.

«Sus historias merecen ser contadas», agrega el autor, cuya obra se basa en los testimonios de decenas de sobrevivientes.

La mayor matanza perpetrada por Rumanía en Transnistria tuvo lugar a finales de 1941 en Bogdanovka.

«Cuando el hambre, la enfermedad y la exposición (a las temperaturas extremas) no reducían la población lo suficientemente rápido, 48.000 judíos fueron ejecutados en los bordes de un barranco con la excusa de la prevención del tifus», escribe Goldenshteyn en el libro.

Unos 5.000 judíos cuya salud no les permitía caminar hasta el barranco fueron quemados vivos en dos establos.

PARA QUE SE RECUERDE

En una reciente entrevista con el portal de noticias Times of Israel, el historiador y cazanazis del Centro Wiesenthal, Efraím Zuroff, dijo sobre esta masacre: «me avergüenza reconocer que no tenía conocimiento de esta atrocidad».

Zuroff es una de las personas que más sabe del Holocausto en todo el mundo. Su desconocimiento de lo que ocurrió en Bogdanovka es una prueba de la importancia de libros como el de Goldenshteyn.

«Para mí era muy importante inscribir en los anales de la historia lo que vivieron mi abuelo, mi tía abuela y otros familiares que murieron en Transnistria», concluye el autor, satisfecho de por haber cumplido lo que consideraba una obligación con ellos. EFE

 



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