La Arquitectura de la Santidad (Terumah 5777)

 

Desde aquí hasta el final del libro de Éxodo, la Torah describe, con minuciosos detalles y extensamente, la construcción del Mishkan, la primera casa colectiva de culto del pueblo judío. Instrucciones precisas son dadas para cada artículo -el Tabernáculo mismo, los marcos y cortinas, y los varios objetos que contenía -incluyendo sus dimensiones. Así por ejemplo leemos:

“Hagan el Tabernáculo con diez cortinas de lino finamente entretejido y lana azul, púrpura y carmesí, con querubines tejidos en ellos por un trabajador experto. Todas las cortinas serán del mismo tamaño -28 codos de largo y 4 codos de ancho…Hagan las cortinas de pelo de cabra para la tienda sobre el tabernáculo…11 en total. Todas las 11 cortinas serán del mismo tamaño -30 codos de largo y cuatro codos de ancho…Hagan vigas rectas de madera de acacia para el tabernáculo. Cada viga será de 10 codos de largo y un codo y medio de ancho…” (Ex. 26:1-16).

Y así sucesivamente. Pero por qué necesitamos saber qué tan grande era el Tabernáculo? No funcionó a perpetuidad. Su uso principal fue durante los años del desierto. Eventualmente fue reemplazado por el Templo, una estructura en conjunto más grande y magnífica. Entonces cuál es el significado eterno de las dimensiones de esta construcción modesta y portátil?

Para poner la pregunta de una manera más aguda aún: no es la idea misma de un tamaño específico para el hogar de la Shejinah, la presencia Divina, algo que puede inducir al error? Un D-s trascendente no puede ser contenido en un espacio. Shlomo dice:

“Pero D-s realmente vivirá en la tierra? Los cielos, incluso los más altos cielos, no pueden Contenerte. Cuánto menos aún este Templo que yo he construido”. (Reyes 8:27)

Isaiah dijo lo mismo en el nombre de D-s Mismo:

“El cielo es Mi trono, y la tierra es Mi escabel. Dónde está la casa que tú construirás para Mí? Dónde estará Mi lugar de reposo?” (Isaiah 66:1)

Así que ningún espacio físico, por enorme que sea, es lo suficientemente grande. Por otro lado, ningún espacio es demasiado pequeño. Así lo dice un impresionante midrash:

“Cuando D-s le dijo a Moshe, ´Haz un tabernáculo para Mí´, Moshé dijo con asombro, ´La gloria del Santo Bendito Sea Él llena el cielo y la tierra, y sin embargo Él ordena, Haz un tabernáculo para Mí?…D-s respondió, ´No como tú piensas, pienso Yo. Veinte tablas en el norte, veinte en el sur, y ocho en el oeste son suficientes. De hecho, Yo descenderé y confinaré Mi presencia aún dentro de un codo cuadrado´. (Shemot Rabbah 34:1)

Por lo tanto, qué diferencia podía hacer si el Tabernáculo era grande o pequeño? De cualquier manera, era un símbolo, un centro, de la presencia Divina que está en todas partes, donde sea que los seres humanos abran sus corazones a D-s. Sus dimensiones no deberían importar”.

Me encontré con una respuesta de una manera inesperada e indirecta hace algunos años. Yo había ido a la Universidad de Cambridge para tomar parte en una conversación sobre religión y ciencia. Cuando la sesión terminó, un miembro de la audiencia se me acercó, un hombre tranquilo y modesto, y dijo, “Yo he escrito un libro que creo que usted podría encontrar interesante. Se lo enviaré”. Yo no sabía en ese momento quién era él.

Una semana más tarde el libro llegó. Se llamaba ´Sólo Seis Números´, subtitulado, “Las profundas fuerzas que dan forma al universo”. Con estupefacción, descubrí que el autor era el entonces Sir Martin, ahora Barón Rees. Astrónomo Real, más tarde Presidente de la Real Sociedad, el organismo científico más antiguo y más famoso del mundo, y Maestro del Colegio Trinidad de Cambridge. En el 2011, él ganó el Premio Templeton. Yo había estado hablando con el científico más distinguido de Gran Bretaña.

Su libro era apasionante. Explicaba que el universo está moldeado por seis constantes matemáticas las cuales, si ellas hubieran variado en un millónesimo o trillonésimo grado, no se habría producido ningún universo o al menos ninguna vida. Si la fuerza de gravedad hubiera sido ligeramente diferente, por ejemplo, el universo se habría expandido o implosionado de tal manera que impidiera la formación de las estrellas o los planetas. Si la eficiencia nuclear hubiera sido ligeramente menor el cosmos hubiera consistido solamente de hidrógeno; ninguna vida hubiera emergido. Si hubiera sido ligeramente mayor habría habido una rápida evolución y decadencia estelar no dejando tiempo para que la vida evolucionara. La combinación de improbabilidades era inmensa.

Los comentaristas de la Torah, especialmente la extinta Nechama Leibowitz, han llamado la atención a la manera en que la terminología de la construcción del Tabernáculo es la misma que la usada para describir la creación de D-s del universo. El Tabernáculo era, en otras palabras, un microcosmos, un recordatorio simbólico del mundo que D-s hizo. El hecho de que la Presencia Divina reposara dentro de él no tenía como objetivo sugerir que D-s está aquí, ni ahí, en este lugar, ni en ese. Tenía como objetivo señalar, poderosa y palpablemente, que D-s existe en todo el cosmos. Era una estructura hecha por el hombre para reflejar y enfocar la atención sobre el universo creado divinamente. Era en el espacio lo que Shabbat es en el tiempo: un recordatorio de la creación.

Las dimensiones del universo son precisas, matemáticamente exactas. Si ellas hubieran diferido incluso en el más ligero grado el universo, o la vida, no existirían. Solamente ahora los científicos están empezando a darse cuenta de qué tan precisas, e incluso este conocimiento parecerá rudimentario para las generaciones futuras. Nosotros estamos en el umbral de un salto cuántico en nuestra comprensión de la profundidad completa de las palabras: “Cuántas son tus obras, Señor; con sabiduría Tú las hiciste todas” (Salmo 104:24). La palabra “sabiduría” aquí -como en las muchas veces que ocurre en el relato la construcción del tabernáculo -significa, “artesanía precisa y exacta” (ver Maimónides, La Guía para los Perplejos, III:54).

En otro lugar en la Torah, hay el mismo énfasis sobre las dimensiones precisas, a saber, el arca de Noah: “Así que haz un arca tú mismo de madera de ciprés. Haz habitaciones en ella y cúbrela con brea por dentro y por fuera. Así es cómo la construirás: El arca será de 300 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto. Haz un techo para ella, dejando debajo del techo una abertura de un codo de alto alrededor”. (Gen. 6:14-16). La razón es similar a la del caso del tabernáculo. El arca de Noah simboliza el mundo en su orden construido divinamente, el orden que los humano han arruinado por su violencia y corrupción. D-s está a punto de destruir ese mundo, dejando solamente a Noah, el arca y lo que ésta contenía como símbolos del vestigio del orden que permaneció, sobre la base de lo cual D-s moldearía un nuevo orden.

La precisión importa. El orden importa. El desplazamiento de incluso unas pocas de los 3.1 billones de leras en el genoma humano puede llevar a condiciones genéticas devastadoras. El famoso “efecto mariposa” -el aleteo del ala de una mariposa en algún lugar puede causar un tsunami en otro lugar, a miles de millas de distancia -nos dice que las acciones pequeñas pueden tener grandes consecuencias. Ése es el mensaje que el Tabernáculo pretendía comunicar.

D-s crea el orden en el universo natural. Nosotros estamos a cargo de crear orden en el universo humano. Eso significa cuidar minuciosamente lo que decimos, lo que hacemos, y lo que debemos evitar hacer. Hay una coreografía precisa para la vida moral y espiritual como hay una arquitectura precisa para el tabernáculo. Ser bueno, específicamente ser santo, no es un asunto de actuar como nos mueva el espíritu. Es un asunto de alinearnos a nosotros mismos con la Voluntad que hizo al mundo. Ley, estructura, precisión: de estas cosas está hecho el cosmos y sin ellas dejaría de ser. Fue para señalar que lo mismo aplica para el comportamiento humano que la Torah registra las dimensiones precisas del Tabernáculo y del Arca de Noah.

 

Fuente: The Times of Israel
Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil



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